Mi participacion:
Mi cuento
Era un concurso de micro relato, faltaban aproximadamente 3 o 4 días para
el plazo de entrega y aun no me había decidido a escribir, era difícil, y enviarlo más: -¿para qué?, ¿Quién lo iba a
entender? – me decía una y otra vez. - ¿y si lo envío anónimo?
Un día más.
Me senté en aquel butacón ya viejo…y me dispuse a escribir “Mi cuento” que
me sabia de memoria. Pasaron los minutos
y las palabras venían rápidamente a mi mente, escribí…escribí….me sentí
cansada, cerré mis ojos, dormí…soñé…me vi….ahí sentada, con la cabeza
inclinada, con una hoja en la mano, un lápiz caído…mi cuento… ¡oh mi
cuento!...y ahora ¿quien iba a enviarlo?
Murieron dos noches.
El sol hizo que nacieran los días. Sirenas.
… “tiene tres días de muerta y un cuento sin terminar”.
Quise gritar: ¡que alguien envíe Mi cuento!
-tal vez si le hubiera titulado “Para la eternidad”…y…es que, solo falta el
“Fin”
Mery Larrinua
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¿Pesadilla o Destino?
Cerré los ojos.
Era una noche terriblemente fría,
entre matorrales, rocas de miles de años, tierra negra, sucia de dolor y grito, seguí mi
andar pesado, muy pesado, lento, la densa neblina inundaba cruelmente mis
pulmones, haciendo mí respirar difícil. Mis
ojos trataban inútilmente
divisar vida, algún movimiento ajeno a mi cuerpo.
El frio comenzó a calar hasta mis
huesos, comencé a oírlos titiritar; en cualquier momento alguno de ellos
sucumbiría a semejante temblor y entonces caería de dolor. Ojala mis tobillos y rodillas cedieran
de ultimo, pues quería avanzar, necesitaba llegar a aquella luz lejana lo antes
posible… ¡tenia que lograrlo!
-“¡Oh, como se oían los huesos en el
silencio sepulcral de aquella noche!”-
-ya casi-pensé
La neblina estaba mas densa,
apenas podía respirar, sentí mitigar mi tobillo izquierdo, mi rodilla…a rastras
llegue, mas aquella brillante luz cegó mis retinas, cerré mis ojos. A los minutos, ya había desaparecido
el inmenso esplendor, la neblina se había disipado….es cuando me doy cuenta,
era el destino, allí estábamos los que comenzaron antes, los que comenzamos
después, todos los huesos partidos, era el verdadero fin del camino. Deje de respirar. Había llegado a mi destino.
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