Una tarde de Septiembre y como recordando que aun existiría un invierno mas, sintió una fresca brisa en su rostro bañado de lágrimas. Cada día acudía a la cita, acudía al mismo punto desde hacia 433 días cuando vio partir a su “pequeño”
Estaba segura que se había tratado de un error. La mitad de este tiempo se la había pasado indagando con el fin de encontrar donde se había perdido el
sentido común.
Su nieto, de apenas 19 años…acaso no sabían que ella cada mañana aun
cocinaba su desayuno preferido?, acaso no sabían que no hacia mucho tiempo atrás, le había prohibido jugar el Nintendo por un día, cuando oyó que le había dicho una grosería a su madre! Oh Dios! Si aquella personita, aun no sabia de esto o aquello!...
Ya cansada de recibir risas de sus interlocutores, burlas y vejaciones, se limito a sus tardes de espera, a mirar al horizonte y sentir en su pecho la fe la esperanza, sus dos grandes pilares donde apoyaba su tristeza.
El error había nacido del reflejo innato del hombre como ente animal, del débil vencido por el mas fuerte, de haber dejado crecer en su interior las ansias de ambición y poder, dejando que primara sobre el mas elemental razonamiento, la vida como ser humano, al razonamiento de que somos de una misma raza, creciendo y evolucionando en un punto ínfimo del universo, la tierra, olvidando que somos hermanos.
Una tarde, pensando…y casi sin aliento se levanto de aquella familiar banca,
miro hacia aquel punto ya gastado por sus ojos, cuando vio algo en la lejanía…su corazón dio un “vuelco”, sintió que se paralizaba por unos instantes…volvió a oír su latir al son del vaivén de los pasos de alguien que se acercaba, aun sin distinguir, las lagrimas brotaron nuevamente, mojando sus mejillas…y si fuera el?
En el silencio de aquel ocaso cerro los ojos y rogo desesperada que fuera el…y al abrir sus tiernos ojos, ahí estaba su pequeño…allí frente a ella…allí con aquel rostro marcado…marcado por el dolor, por el miedo, la soledad, la muerte.
Lo abrazo, lo acaricio como casi días antes lo había acunado.
Tenía en su rostro la marca de la guerra. En la guerra…no hay un vencedor…
Por Mery Larrinua
Me ha gustado tu relato pero sobretodo el final. Tiene mucha fuerza y es aleccionador.
ResponderEliminarPrecioso estaba él y le habían dañado, le cambiaron, belllo y triste pero motivo de reflexión, me ha gustado mucho, besos
ResponderEliminarMery tienes toda la razón
ResponderEliminardel mundo, en las guerras
nada se gana, todo se pierde.
Me ha gustado.
Besos
Un crudo relato, un final para pensar, sin duda alguna en la guerra no hay vencedores, solo vencidos por las ansias de poder de algunos.
ResponderEliminarUn abrazo
Gaspar
Hola Mery un relato muy conmovedor triste
ResponderEliminarnostalgico pero con un final feliz.
Un abrazo que tengas un buen domingo.
En la guerra no hay vencedores...
ResponderEliminarTodos pierden de una u otra forma y es absolutamente lamentable y sobre todo...desgarrador.
Un relato admirable,tierno,triste y por desgracia más real de lo que desearíamos.
Besos.
Es un triste sino el del hombre. No le basta con su propia vida. Tiene que cargar con la de las demás.
ResponderEliminarUn relato conmovedor e ilustrativo de la crueldad de la guerra.
ResponderEliminarBesos
Es un placer pasar a leer tus excelentes textos, disculpa la ausencia por motivos ajenos.
ResponderEliminarDeseo tengas un feliz verano.
un abrazo.
Un fortísimo relato, atrayente en leer
ResponderEliminarBesos
Mery: Muy bueno...mucha fuerza... me gustó mucho....es para pensar!
ResponderEliminarBesos
Hola cielo precioso relato me gusto mucho
ResponderEliminarun beso corazon
Un relato conmovedor lleno de sensibilidad y fuerza, que emociona al que lo lee...mi enhorabuena una vez más....un abrazo de azpeitia
ResponderEliminarEL ÙNICO GANADOR DE UNA GUERRA ES LA MUERTE.
ResponderEliminarCONMOVEDOR RELATO, TE ABRAZO QUERIDA AMIGA MERY
los hombres marchan a la guerra envilecidos y regresan destrozados, si con suerte no físicamente, sí en el alma. siempre.
ResponderEliminar